Mucho se ha dicho y escrito acerca de esta bebida elaborada por la fermentación natural de los frutos de la vid, atribuyéndosele cualidades que van desde curativas a divinas. Aunque existen quienes prefieren disfrutarlo en silencio.
Breve Historia Universal del Vino (Brevísima)
La Vitivinicultura tiene sus origenes en antiguas civilizaciones, siendo parte de mitologías milenarias. Numerosos son los elementos que dan testimonio de la antigüedad de esta actividad.
La Biblia menciona en el libro del Génesis que Noé, agricultor, comenzó a labrar la tierra y plantó una viña. Bebió de su vino y se embriagó.
Según Juan Martelli (guía de los vinos finos argentinos): en excavaciones paleontológicas recientes se han descubierto restos prehistóricos con fósiles de orujo o de uva prensada.
En Egipto, Grecia y Roma se adoraba a Dioniso, Dios creador y protector de la vid. Pero quizás el hito más importante en la historia del vino se encuentra en la última cena, cuando Jesucristo lo utilizó como expresión de su sangre ante sus apóstoles.
El vino llegó a ser para la nueva religión, que adquiriría carácter universal, una bebida indispensable para la celebración del culto.
Una distancia de 71 millones de años nos separa y precisamente en esa época (era Terciaria), aparece la vid y se propaga extensamente por Asia, Asia Menor, Europa y parte de Norte América.
En Egipto el vino se cultivó hacia el siglo IV a.C. Jeroglíficos hallados señalan la práctica de la vitivinicultura en la antigua Babilonia.
En la China de hace cuatro mil años se distinguía entre la fermentación de la uva y el arroz.
Las culturas griega y romana divinizaron el vino a través de Dionysios (Bacco). Entre los años 500 y 1600 de nuestra era Europa se convierte en el principal centro de producción de vinos del mundo. En el siglo XIX, la industria vitivinícola de Francia era el medio de vida de parte importante de la población.
El vino sufría alteraciones y se enfermaba, causando serias pérdidas a los cultivadores y a los enólogos. Buscando el remedio a este problema, el gobierno francés encomendó a Louis Pasteur la tarea de encontrar una solución, entonces descubrió toda la mecánica de la fermentación.
Pasteur realizaba sus investigaciones en una de las bodegas bordalesas, se le preguntó por qué todos los vinos de una misma cosecha, guardadas en toneles de la misma capacidad, envejecían de una manera más o menos pareja, salvo uno de éstos que lo hacía en forma mucho más o menos lenta.
Pasteur, que ya conocía el comportamiento del vino, pidió ser llevado ante el extraño tonel. No bien lo vió, se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo: el tonel en cuestión estaba cubierto con una capa de pintura que cubría los poros de la madera, impidiendo el ingreso del aire a través de los pequeñísimos agujeritos que existen en la madera. El vino, siendo un ser vivo, necesita del oxígeno que se filtra a través de la madera.
Hoy les invito a degustar, en la letra de esta bella poesía de Jorge Fandermole, una buena copa de vino tinto.
Según Juan Martelli (guía de los vinos finos argentinos): en excavaciones paleontológicas recientes se han descubierto restos prehistóricos con fósiles de orujo o de uva prensada.
En Egipto, Grecia y Roma se adoraba a Dioniso, Dios creador y protector de la vid. Pero quizás el hito más importante en la historia del vino se encuentra en la última cena, cuando Jesucristo lo utilizó como expresión de su sangre ante sus apóstoles.
El vino llegó a ser para la nueva religión, que adquiriría carácter universal, una bebida indispensable para la celebración del culto.
Una distancia de 71 millones de años nos separa y precisamente en esa época (era Terciaria), aparece la vid y se propaga extensamente por Asia, Asia Menor, Europa y parte de Norte América.
En Egipto el vino se cultivó hacia el siglo IV a.C. Jeroglíficos hallados señalan la práctica de la vitivinicultura en la antigua Babilonia.
En la China de hace cuatro mil años se distinguía entre la fermentación de la uva y el arroz.
Las culturas griega y romana divinizaron el vino a través de Dionysios (Bacco). Entre los años 500 y 1600 de nuestra era Europa se convierte en el principal centro de producción de vinos del mundo. En el siglo XIX, la industria vitivinícola de Francia era el medio de vida de parte importante de la población.
El vino sufría alteraciones y se enfermaba, causando serias pérdidas a los cultivadores y a los enólogos. Buscando el remedio a este problema, el gobierno francés encomendó a Louis Pasteur la tarea de encontrar una solución, entonces descubrió toda la mecánica de la fermentación.
Pasteur realizaba sus investigaciones en una de las bodegas bordalesas, se le preguntó por qué todos los vinos de una misma cosecha, guardadas en toneles de la misma capacidad, envejecían de una manera más o menos pareja, salvo uno de éstos que lo hacía en forma mucho más o menos lenta.
Pasteur, que ya conocía el comportamiento del vino, pidió ser llevado ante el extraño tonel. No bien lo vió, se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo: el tonel en cuestión estaba cubierto con una capa de pintura que cubría los poros de la madera, impidiendo el ingreso del aire a través de los pequeñísimos agujeritos que existen en la madera. El vino, siendo un ser vivo, necesita del oxígeno que se filtra a través de la madera.
Hoy les invito a degustar, en la letra de esta bella poesía de Jorge Fandermole, una buena copa de vino tinto.
Tema del vino
El vino tinto primero
es como el aire del sur,
es como un útero fresco,
un vestigio de la luz.
El vino tinto que baja
cayendo a la eternidad
tiende un brazo hasta los ojos
y otro a la profundidad.
Cae a plomo el vino tinto,
oscuro aliento de sol,
serena serpiente de odio,
violento como el amor.
El vino tinto es un turbio
paisaje de anochecer,
una ventana rojiza
abierta sobre el ayer.
Cuando clava sobre el sueño
la cruz de la soledad
brota la risa hacia fuera
y una lágrima detrás.
Al fin, como la llovizna,
baja velando el dolor
y tiende la muerte el velo
lloviznoso del adiós.
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